Tal vez esa
sería última orden de su madre, pero ellos no podrían saberlo.
―Ya
escuchaste tontita, ―le dijo a su hermana. ―Vamos al cuarto. Le tomó de la mano
y la condujo a una de las habitaciones, la que ambos aún utilizaban en
conjunto.
Varios pasos
comenzaban a retumbar en las escaleras, su eco se escuchaba encharcado. Las
goteras últimamente eran más frecuentes pero dadas las circunstancias de los
últimos días, que fuese agua encharcada era la más remota de las posibilidades.
Fuera de aquél departamento, la tarde y el sol se ocultaban, escondiéndose
quizás de lo que se avecinaba. Mientras la oscuridad comenzaba a apoderarse del
lugar, aquellos pasos se acercaban más y más. La cercanía de los pasos hacia la
puerta se escuchaba más y más.
―Hermano... ―le
susurró su pequeña hermana. Aquella niña sentía la presión que flotaba en el
lugar, el miedo era evidente en su infantil rostro―. Hermano, ¿Qué pasa?
Las dudas en
la menta y la tensión en el cuerpo no le daban mucho a que reaccionar. La
tensión invadía su cuerpo.
Tensión.
Preguntas sin
respuesta.
―Espera en el
ropero, ―le dijo finalmente a su hermana―. ¿Vale? ―le miró a los ojos
seriamente, ―Si te quedas aquí te prometo que no iré de nuevo a la escuela y me
quedaré contigo a cuidarte siempre.
―Está bien
hermano, ―le contestó―. Pero es una promesa, ¿Vale?
Al salir del
cuarto, un golpe ensordecedor hizo eco en la puerta del departamento. La puerta
se abrió bruscamente, unas astillas del marco vuelan al piso y la chapa cae al
suelo sordamente. Unos hombres vestidos a manera de rufianes irrumpen el lugar.
― ¡Luca tapate
los oídos! ―Gritó el padre momentos antes de jalar el gatillo de su revólver,
un viejo recuerdo de ya viejos tiempos, cuya funcionalidad no había quedado
solamente en las historias que Luca había escuchado de su padre.
Segundos
después, uno de los hombres cae al suelo, sin oponer resistencia. Uno de los
sujetos se queda perplejo ante la escena y mientras mira a su compañero caer,
se escucha una segunda detonación. La escena se repite por segunda vez.
Pasando
tranquilamente por encima de los dos hombres, entró un tercer sujeto. Un hombre
cuyo recuerdo jamás será borrado de la mente de Luca. El mismo sol terminó por
esconderse tras el horizonte cuando aquél hombre cruzó el lugar, en sus firmes
pasos se sentía la oscuridad encarnada.
Una tercera
bala salió del revólver, pero no sucedió nada. La cuarta y la quinta solamente
salpicaron un poco de sangre los alrededores. El único efecto que habían tenido
era una pequeña risa proveniente de aquél sujeto.
― ¡LUCA! ―EL
grito de la madre retumbó en toda la sala. La adrenalina se respiraba en el
ambiente, las gotas del sudor frío escurrían en los rostros de aquella familia
indefensa. Llanto y desesperación le quedaba solamente a la madre, quien en un
momento de valentía maternal se lanzó hacia el cuarto donde se encontraba Luca.
Un llanto
desgarrador comenzó a invadir el lugar cuando aquel sujeto tomo al padre por el
cuello y lo levantó con una sola mano. Dada la complexión y la manera de vestir
de aquel sujeto, algo no cuadraba en la imagen. El arma no tardó en caer al
suelo, los esfuerzos inútiles por liberarse poco a poco fueron cediendo. Unos cuantos segundos bastaron para que la vida
se esfumara de aquél cuerpo, dejando tan solo una cáscara, un títere absorto en
una cara de desesperación. Un muñeco sin vida en las manos de su titiritero.
--Fin Parte
2--
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