La sensación de una mano
acariciándole lentamente la pierna fue lo que la despertó. Una mano
había comenzado a acariciarle detrás de las rodillas, suavemente.
El rugoso tacto de sus yemas le inició una descarga de adrenalina,
la había puesto alerta. Aquella mano la seguía tocando lentamente.
La mano lo disfrutaba, lo hacía con calma pero por momentos
amenazaba con un poco de brusquedad propia del deseo, la necesidad de
más y más excitación.
La mano fue torciendo
camino hacia el muslo, hacia donde sus dos piernas convergían, hacia
el punto de mayor calor de su cuerpo. Los dedos se fueron deslizando
hacia más arriba, la mano comenzaba a tomar más confianza y
apretaba con más fuerza mientras subía y subía.
Una gota de sudor frío
le recorrió la frente. Un escalofrío recorrió desde sus pies hasta
su espalda. ¿Estaba en su casa? No conseguía ni identificar el
lugar, estaba muy oscuro. Miedo, sintió miedo. Miedo por todo lo que
podía representar esa mano. Empezó a sentir la mirada fija en ella,
a su espalda, estaba más despierta. Notó que las cobijas no caían
directamente tras su espalda sino que seguían la curva de otro
cuerpo. Estaba en su cama, estaba bajo las cobijas también, estaba
detrás de ella.
La mano fue dirigiéndose
hacia sus nalgas, comenzaba a cruzar la línea en la que las piernas
se funden y comienzan aquellas curvas. El temor la congeló, le
erizó los bellos diminutos y fines que tenía en su piel. La
adrenalina se estaba haciendo incontenible, tenía que hacer algo.
Se armó de valor. Justo
cuando la mano pasaba de las nalgas hacia la cadera, giró
bruscamente el codo para golpear a lo que fuese que estuviera tras de
ella. Un golpe seco, casi
directo a las costillas. Un pujido de dolor.
‘Ay amor’ escuchó,
‘¡Que agresiva!’
El color regresó a su
rostro, la sangre se acumuló en sus cachetes y no pudo evitar
sonrojarse.
‘¡Perdón, mi vida!’
dijo riéndose, ‘me espantaste, no me acordaba que habíamos
dormido juntos.’
‘Ya me di cuenta’.
Rieron y se abrazaron.
Era la primera noche que dormían juntos en la habitación de un
hotel. Para ella era una nota de que aún no reconocía el tacto de
él sobre su piel, seguía siendo una sensación nueva, diferente.
Para él, una advertencia
de que lo mejor era esperar hasta que estuviera despierta, o cuando
menos intentar despertarla antes.
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