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"Do you ever go into a fight thinking 'There's no point giving my best, I'll get another chance later?' We only ever get one shot, Marlin. Life is one shot! Making it count is all that matters!" - Skold Greypelt, Lone Wolves - Graphic Novel, Dan Abnett & Karl Richardson

sábado, 31 de mayo de 2014

[ESP] La mano bajo las cobijas

La mano bajo las cobijas

La sensación de una mano acariciándole lentamente la pierna fue lo que la despertó. Una mano había comenzado a acariciarle detrás de las rodillas, suavemente. El rugoso tacto de sus yemas le inició una descarga de adrenalina, la había puesto alerta. Aquella mano la seguía tocando lentamente. La mano lo disfrutaba, lo hacía con calma pero por momentos amenazaba con un poco de brusquedad propia del deseo, la necesidad de más y más excitación.


La mano fue torciendo camino hacia el muslo, hacia donde sus dos piernas convergían, hacia el punto de mayor calor de su cuerpo. Los dedos se fueron deslizando hacia más arriba, la mano comenzaba a tomar más confianza y apretaba con más fuerza mientras subía y subía.

Una gota de sudor frío le recorrió la frente. Un escalofrío recorrió desde sus pies hasta su espalda. ¿Estaba en su casa? No conseguía ni identificar el lugar, estaba muy oscuro. Miedo, sintió miedo. Miedo por todo lo que podía representar esa mano. Empezó a sentir la mirada fija en ella, a su espalda, estaba más despierta. Notó que las cobijas no caían directamente tras su espalda sino que seguían la curva de otro cuerpo. Estaba en su cama, estaba bajo las cobijas también, estaba detrás de ella.

La mano fue dirigiéndose hacia sus nalgas, comenzaba a cruzar la línea en la que las piernas se funden y comienzan aquellas curvas. El temor la congeló, le erizó los bellos diminutos y fines que tenía en su piel. La adrenalina se estaba haciendo incontenible, tenía que hacer algo.

Se armó de valor. Justo cuando la mano pasaba de las nalgas hacia la cadera, giró bruscamente el codo para golpear a lo que fuese que estuviera tras de ella. Un golpe seco, casi directo a las costillas. Un pujido de dolor.

‘Ay amor’ escuchó, ‘¡Que agresiva!’

El color regresó a su rostro, la sangre se acumuló en sus cachetes y no pudo evitar sonrojarse.

‘¡Perdón, mi vida!’ dijo riéndose, ‘me espantaste, no me acordaba que habíamos dormido juntos.’

‘Ya me di cuenta’.

Rieron y se abrazaron. Era la primera noche que dormían juntos en la habitación de un hotel. Para ella era una nota de que aún no reconocía el tacto de él sobre su piel, seguía siendo una sensación nueva, diferente.

Para él, una advertencia de que lo mejor era esperar hasta que estuviera despierta, o cuando menos intentar despertarla antes.


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