Ansias
Por Aikas.
Podría parecer estúpido a la vista de los hombres, pero
hombre ya no soy, deje de ser un ser humano desde hace un par de años y desde entonces
no tengo razón alguna para juzgarme por su lógica, por sus leyes, por sus
pensamientos. Además es claro que mi situación es la misma que aquella en la un
corazón necio o herido se niega a abandonar aquel ser que ama, a pesar de todo
el daño causado; así está mi cuerpo y mi ser, y mi alma, si es que aún poseo parte
de ella.
¿Acaso existe un ser que mire con tanta melancolía hacia la
luna? Seguramente los perros de la ciudad le aúllan por el recuerdo arraigado
de cuando eran lobos y le cantaban en las cimas de las montañas pero, aun así,
no creo que haya alguien tan melancólico como mi propio ser. Le anhelo, le
extraño, le deseo sobre todas las cosas. Pero, sin la luna, sin aquella gran
luna de octubre que permite a los lobos salir a cazar, sin ella no puede verle,
tengo una tarea y cuando no le anhelo, solo tengo ese pensamiento en la cabeza.
Vago por la ciudad, caminante por las noches, entre calles,
ocultándome de lo que alguna vez fui y de lo que jamás llegaré a ser. Es en
esos momentos cuando más acaricio los orificios en mi cuello, buscando el
consuelo de su tacto, de su complaciente dolor, de mi placentera agonía.
Vaya mentira, vaya juegos que la escasa mente que me queda
aún se atreve a lidiar conmigo.
Miro al cielo, busco la luna en los cielos nublados por las
tormentas que se han alargado este año. ¿Es mi segundo o mi tercer año? La verdad
no lo recuerdo, ni pienso que sea importante recordarlo.
Sigo caminando.
Les encuentro, les golpeo, a veces les muerdo cuando el
hambre es demasiado fuerte; pero trato de controlarme pues estos tiempos no son
para alimentarme sino para la cacería aunque, si pasaran las lunas y las nubes
siguieran en el cielo, podría comérmelos ya que la luna no volverá a tener la
misma fuerza hasta que se cumpliera nuevamente otro ciclo.
Se aferran a su vida; patalean, golpean, gritan y lloran.
Son patéticos. ¿Acaso yo también era así?
¡Qué más da! Si era o no es cosa de lo que fui antes, antes
de que ella me abriera a esta vida, de que me entregara aquél placer tan
dolorosamente excitante y extenuante.
Así paso mis días, así camino
entre las sombras, buscando las presas para los lobos y darle a mi ama la
oportunidad de acabar con ellos.
Quiero sentir sus colmillos dentro de mí, de nuevo. Pero sé
que si lo hiciera nuevamente perdería la conciencia para siempre.
¡Qué más da! Lo único que quiero es sentir el placer de mi
muerte completa y no la angustiosa excitación de ser un muerto viviente, un
caminante de las sombras.
¿Dónde estás luna? Déjame verte, para que comience la
cacería y se cumpla mi tan ansiado deseo.
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