―Crack ―dijo
el sujeto y, acto seguido, soltó el cuerpo. Giro con una mirada escalofriante
hacia donde estaban la madre y el niño. Los ojos fríos y vacíos, de un gris tan
claro como la niebla, se clavaron como balas en la mente de Luca. Traspasaron
su mente y le hicieron sentir un miedo tan escalofriante que todo aquello a lo
que anteriormente le tenía miedo quedó en el olvido.
Dicen que el
valor siempre aparece cuando es menos oportuno, dicen también que puede ser un
instinto natural del hombre. Dicen del valor muchas cosas pero lo que sucedió
en aquél momento fue algo que desató un grito de terror en la habitación.
― ¡LUCA!
Valor, locura
o una simple reacción al miedo que sentía. Nunca supo verdaderamente lo que
sintió en aquel momento en el que se lanzó hacia el revólver de su padre. Una
detonación del revólver hizo eco en el grito de su aterrada madre.
La mirada de
aquél sujeto, cambió. Una leve sorpresa quizás a un pequeño dolor o tal vez la
actitud de aquél niño necio que se negaba a morir.
Un golpe seco
retumbó en la habitación. El llanto de la madre de Luca se ahogó ante la imagen
de lo que estaba sucediendo, en menos de un instante, su hijo se encontraba
contra la pared, bajo la presión de aquel hombre. Su mano presionaba la cabeza
del pequeño, de cuya boca un hilo de sangre derramaba hacia el suelo; ambas
manos cayeron a sus costados y el revolver cayó nuevamente al suelo.
Una loca risa
invadió el rostro de aquél sujeto. Las carcajadas parecían perdidas, llenas de
un placer que resultaba demasiado escalofriante. Soltó al niño y comenzó a
caminar hacia la madre, lentamente, disfrutando de la agonía en la que ella se
encontraba.
Al llegar
frente a ella, le tomó con ambas manos. La azotó contra la pared sin piedad
alguna, envuelto en su locura; le soltó y el cuerpo cayó en otro golpe seco
contra el suelo.
Caminó hacia
donde estaba el cadáver del padre de Luca y recogió algunas balas que tenía
regadas a su alrededor. Se acercó nuevamente al cuerpo de Luca y tomó el
revólver que había dejado caer. Como si no existiera prisa alguna, comenzó a
cargar el arma. Bala por bala, colocándolas con una elegancia que contrastaba
con la situación. Parecía que saboreaba cada una de las balas que cargaba en el
arma. Terminó la carga e hizo girar el barril.
―Sé que estás
vivo, niño―. Aquellas palabras parecieron despertar a Luca de su letargo quien
trató con todas sus fuerzas de levantar su mirada hacia su madre.
Con la mirada
hacia su hijo, la madre de Luca levantó su brazo en un intento por querer
alcanzarlo, quizás una última caricia, una última muestra de afecto antes de
aquél inevitable fin pero antes de tan siquiera poder gesticular palabra alguna
hacia su pequeño niño, un nuevo estruendo
recorrió la habitación. La boca abierta cayó al suelo, lo que
anteriormente era un rostro desesperado viendo a su hijo era ahora un amasijo
de sangre y sesos.
La imagen
despertó completamente a Luca, pudo abrir de par en par lo ojos pero antes de
que pudiera soltar un grito de desesperación, su pequeña hermana salió del
armario.
― ¡NOOOOOO! ―gritó
la niña mientras se dirigía hacia el cadáver
de su madre―. ¡MAMA!
Las Gotas de lágrimas
iban cargadas de un dolor verdaderamente aterrador, escurrían de los ojos de la
niña sin reparo alguno hacia el cadáver de lo que anteriormente era su madre. Por
tan solo un instante, las miradas de los hermanos se cruzaron, lo que pareció
una eternidad fue en realidad un último instante.
―Perdóname
hermano… ―la frase fue interrumpida cuando la cabeza estalló en sangre y sesos,
acompañada de otro estruendo de aquel viejo revólver. Y nuevamente se escuchó
otra detonación. Las víseras y la sangre de la pequeña niña estamparon el techo
y la pared cercana.
El grito de
dolor que sentía en el alma, quedó ahogado ante tan cruel imagen. El
sentimiento de tristeza, el dolor de su alma y la desesperación de su mente
habían partido aquél pequeño corazón humano, rompiéndolo de tal manera que solo
un susurro salió de su boca.
―Hermana…
El llanto y
la desesperación invadieron el lugar, la rabia, la ira y nuevos pasos en la
puerta hicieron su aparición. Las escaleras se inundaban de pasos que
sonaban como eco en el tiempo, que para el niño se había detenido en aquel
momento.
―Ya déjalo―,
una voz ronca se escuchó venir desde la puerta―. Es solo un niño, seguro morirá
quieto, entre todos los cadáveres.
Solo un niño,
nada más que un niño…
El hombre disparó otros dos tiros sobre los cadáveres.
―Está bien, ―contestó
aquél sujeto, ―toma niño, espero que sepas que hacer con ella―. La
pistola cayó al suelo. Antes de salir del lugar, el sujeto le dirigió una
mirada a aquel niño de mirada perdida.
― ¡Que te
diviertas! ―la misma risa enferma se escuchó retumbar en los pasillos del
departamento.
Sangre,
solo sangre y cuerpos.
―Mamá…
―Hermana…
―Padre...
¿Por qué? Pensó en sus
adentros.
Un grito desgarrador
se escuchó en aquella oscuridad, desgarrando la el velo de la noche. Un llanto acomplejado
por una sola pregunta, una pregunta a la que solo el tenue reflejo de la luna
que atravesaba por la ventana y se reflejaba en los charcos de sangre se limitaba
indiferentemente a escuchar.
Después todo
fue silencio. El más tenebroso silencio del que puede estar acompañada la
oscuridad, el silencio de la muerte.
No me dejen, era lo último
que pensó aquella noche de verano. La única frase que se perdía en la fría
niebla de verano que invadía su mente; después todo fue silencio.
Los recuerdos
le invadieron a la mañana siguiente, gotas de llanto caían en ese suelo
cubierto de sangre. El amanecer, trajo consigo el sollozo de un niño recostado
entre charcos de sangre cuya única nueva motivación en la vida sería la
venganza.
--Fin--
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